París amaneció conmocionada tras uno de los robos de arte más impactantes de las últimas décadas. En la noche del domingo, un grupo de cuatro ladrones ingresó al Museo del Louvre y saqueó dos vitrinas de alta seguridad en la Galería Apolo, donde se exhibían las legendarias joyas de la Corona francesa.
En apenas siete minutos, los delincuentes sustrajeron nueve piezas de valor incalculable, entre ellas un collar de esmeraldas que Napoleón regaló a su esposa, María Luisa de Austria.
¿En qué parte del Museo del Louvre ocurrió el robo?

El Ministerio de Cultura de Francia confirmó que una de las joyas —la corona de oro usada por la emperatriz Eugenia de Montijo en el siglo XIX— fue hallada cerca del museo, aunque resultó dañada durante el escape.
Joyas imperiales y una pérdida irreparable
Las piezas robadas formaban parte del patrimonio histórico de Francia y estaban consideradas símbolos del esplendor imperial. Entre ellas se encontraban:
Una diadema de zafiros y diamantes, usada por varias reinas europeas y compuesta por más de 1.000 piedras preciosas.

Un collar y pendientes de esmeraldas confeccionados por el joyero imperial François-Régnault Nitot para Napoleón Bonaparte.

Un broche relicario de la emperatriz Eugenia, adornado con los históricos diamantes Mazarino.

Un broche de lazo de plata, oro y diamantes, convertido de un cinturón imperial, adquirido por el Louvre en 2008 por más de 10 millones de dólares.

El experto en recuperación de arte Arthur Brand calificó el hecho como un “desastre nacional”. “Se llevaron parte de la historia de Francia. Estas piezas son el orgullo del país”, declaró a medios internacionales.
Un golpe planificado con precisión
Las cámaras de seguridad registraron cómo los ladrones actuaron con precisión militar, evitando alarmas y rompiendo solo las vitrinas seleccionadas. La policía francesa sospecha que el grupo contaba con información interna sobre los sistemas de seguridad del museo.
Los investigadores temen que las joyas sean desmanteladas o fundidas para su venta ilegal, ya que su alto reconocimiento las hace imposibles de comerciar en el mercado del arte.
El Museo del Louvre permanece cerrado parcialmente mientras se desarrollan las pericias. Francia enfrenta así uno de los mayores golpes a su patrimonio cultural, comparable al robo de la Mona Lisa en 1911.