Un objeto cósmico detectado el pasado 1 de julio ha provocado revuelo entre científicos y entusiastas del espacio. Se trata del 3I/ATLAS, un cuerpo celeste que, según expertos, no pertenece al sistema solar. Pero lo que más ha sorprendido es que algunos científicos sugieren que podría no ser un cometa natural… sino tecnología extraterrestre.
La teoría más controversial proviene del astrofísico Avi Loeb, director del Proyecto Galileo de la Universidad de Harvard. Él sostiene que el 3I/ATLAS viaja a una velocidad inusual y con una trayectoria que no concuerda con los cometas convencionales. Para Loeb, estos indicios podrían revelar un origen artificial, e incluso, una intención desconocida.
“Podría ser un intento deliberado de ocultarse de los telescopios o hasta de lanzar dispositivos hacia la Tierra”, advirtió Loeb, quien no descartó que el objeto tenga una misión hostil.
Según su análisis, el 3I/ATLAS podría acercarse a nuestro planeta entre finales de noviembre y principios de diciembre de este año, lo que ha provocado una ola de comentarios y especulaciones en redes sociales.
Sin embargo, otros expertos no comparten esta teoría. La astrónoma Samantha Lawler, de la Universidad de Regina (Canadá), sostiene que todo indica que se trata simplemente de un cometa interestelar expulsado de otro sistema solar, algo que —según ella— ocurre con frecuencia.
La NASA, por su parte, ha sido enfática: no hay amenaza para la Tierra. En un comunicado oficial, la agencia espacial estadounidense explicó que este es el tercer objeto confirmado procedente de fuera del sistema solar (después de ‘Oumuamua y Borisov), y fue clasificado como cometa por su órbita hiperbólica.
“Lo más cerca que estará de la Tierra serán unos 270 millones de kilómetros. No representa ningún peligro”, aclaró la NASA.
Además, los científicos han determinado que su punto más cercano al Sol será el 30 de octubre de 2025, cuando pasará dentro de la órbita de Marte. El 3I/ATLAS será visible con telescopios terrestres hasta septiembre de 2025, y volverá a aparecer en diciembre después de pasar detrás del Sol.
Este hallazgo no solo alimenta el debate sobre inteligencias extraterrestres, sino que también pone a prueba los límites del conocimiento humano sobre el universo.